El comercio, a pequeña y gran escala, constituyó el gran pilar de la economía de Carthago Nova desde los primeros momentos de la dominación romana. En época Tardorrepublicana (ss.I-II a.C) y Altoimperial (ss.I-II), su puerto, altamente valorado por los antiguos en virtud de su posición estratégica, se convirtió en un auténtico emporio comercial en el Mediterráneo.
Los numerosos pecios romanos, hallados frente a las costas de Cartagena, como es el caso de los barcos naufragados en la isla de Escombreras entre los siglos II a.C y III d.C, se caracterizan por poseer cargamentos homogéneos de ánforas vinarias procedentes del área campana o suritálica y ponen de manifiesto el papel desempeñado por el puerto de Carthago Nova como punto de destino de embarcaciones de gran tonelaje.
El esplendor comercial alcanzado por Carthago Nova debió propiciar la construcción de oficinas relacionadas con la actividad portuaria, una zona de aduanas, mercados o 'macella', así como grandes almacenes u horrea para almacenar no sólo las mercancías del exterior, que desde Carthago Nova se redistribuían hacia otros puertos menores del litoral, sino también procedentes del interior de Hispania, que se embarcaban en la dársena cartagenera con destino a los principales puertos mediterráneos.
La columnata de orden toscano hallada en la calle Morería Baja o los restos relacionados con un almacén romano, procedentes de la calle Portería de las Monjas/Cuesta de la Baronesa, han sido identificados con vestigios vinculados con el puerto y el carácter mercantil de esta zona de la ciudad. Asimismo, un epígrafe del siglo I a.C procedente de Carthago Nova y actualmente conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, hace referencia a la construcción de un muelle sobre pilares en el puerto de la ciudad.
Barcos mercantes de mediano y pequeño tamaño, de cascos sólidos y propulsados por velas cuadrangulares partían del puerto de Carthago Nova cargados de ánforas con vino, aceite, cereal, plata, plomo, salazones y la apreciada salsa garum hacia Roma, el norte de África, Sicilia, la Galia y otros enclaves del Mediterráneo Oriental, mientras que por la bocana de su puerto entraban navíos rebosantes de vajillas, vinos itálicos, mármoles y objetos de arte procedentes de Corintio, Rodas, Delos y diversos puertos italianos y norteafricanos.
La salazón y el garum de Carthago Nova alcanzaron una altísima cotización en el Estado Romano, numerosas factorías salpicarían la costa cartagenera, como revelan los restos hallados en lugares como la isla de Escombreras, Los Castillicos y Las Mateas. A partir de época augustea, Carthago Nova se consagra como el principal centro productor y exportar de salazones y garum, así como uno de los puertos más prósperos del Imperio Romano.